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jueves, 12 de diciembre de 2013

Páginas de Nuestra Historia:

               La Independencia y las dos repúblicas

                                                                               A Ramiro Parada Arias (1923-1996)


     Panamá-ciudad y república, "desde el Atrato hasta Golfito"
(R.J. Alfaro, Pablo Arosemena)- es una realidad con historia
propia, tradición y abolengo.  Sin embargo, algunos alfabetizados
repiten aquí una patraña antipanameña inventada por la Nueva
Granada, país que desde 1886 se hace llamar Colombia, usurpando
el noble nombre de Colombia, confundiendo la historia.  Según
esa patraña, la historia de Panamá, sobre todo el tercer período de
esa historia, el período independentista, es un capítulo de la
historia de la Nueva Granada, o sea, la Pequeña Colombia. Por
este motivo, llaman algunos el tres de noviembre de 1903 el día de
la Independencia, lo cual no es correcto.  Y no es correcto porque
la fecha de la Independencia de Panamá es el veintiocho de
noviembre de 1821, con José de Fábrega, cuando se rompe el
cordón umbilical que unía a la Patria panameña con España, la
potencia colonizadora que llena el segundo período de la historia
nacional, crisol de su identidad inconfundible.  La independencia
-realidad vital- es un proceso interminable que he comparado a
una asíntota, aunque con avances y retrocesos.  Como un suceso
más de esa independencia, que se inicia en 1821, la separación
de Panamá de la Nueva Granada, en 1903, fue un hecho notable
en el proceso independentista, pero no fue 'la Independencia', la
cual comienza, repito, en 1821.  Después de la disolución de
Colombia, a la cual, voluntariamente Panamá se había unido en
1821, Panamá se adhiere a la Nueva Granada, en 1831, "en la
persuasión de que Colombia se reorganizaría bajo la forma
federal" (Justo Arosemena, 1855).Y con la separación en 1903 se
proclamó la Segunda República, hipotecada a Estados Unidos de
América, por el tratado Mallarino-Bidlack, de 1846, suscrito
entre Estados Unidos y la Nueva Granada.  Por el artículo trigésimo
de este tratado, Estados Unidos somete a Panamá a la Nueva
Granada, reconociéndole a ésta unos supuestos derechos de
'propiedad' y 'soberanía' sobre el territorio panameño, y al
mismo tiempo, la Nueva Granada, o sea, la Pequeña Colombia,
abre las puertas a la intervención de Estados Unidos en Panamá,
las cuales puertas nunca más se cerraron: artimañas legales de dos
bribones.  La Nueva Granada, o sea, la Pequeña Colombia, fue- y es.
la avanzada del imperialismo gringo en Panamá e Hispanoamérica:
ayer, el tratado Mallarino-Bidlack, de 1846; el tratado Thompson-
Urrutia de 1914; el tratado Bárcenas Meneses Esguerra, de 1928,
prohijado por Estados Unidos, contra Nicaragua; hoy el tratado de
Montería, de 1979, consecuencia del tratado Torrijos-Carter de
neutralidad de 1977; y lo que llaman Plan Colombia, del maléfico
eje Washington-Bogotá.

   El error inexcusable de los serviles ideológizados, es reducir la
historia de la Patria panameña al limitado relato de la construcción
del Canal, que va solamente de 1880 a 1914: se confunde interesada
y malévolamente la parte con el todo: a la Segunda República se la
incluye sospechosamente en una historia del Canal, traída por los pelos,
pero se ignora a la Primera República, que es un momento clara y
patrióticamente culminante en la historia nacional, de la cual aquella
otra historia forma apenas una pequeña parte, como, por ejemplo, las
historias de Chiriquí y Bocas del Toro; de Veraguas; del inerme,
potergado, mutilado y desconocido Darién....: el todo es mucho más que
la suma de sus partes: "Me refiero a la empresa de recoger y organizar los
datos que registran la labor con que cada pueblo, cada provincia, ha
contribuido a forjar lo que hoy tenemos, de modo que se prepare
el camino para la ordenación e integración final de esos esfuerzos
plurales que constituyen la historia humilde, pero real, auténtica, de la
nación panameña" (Rodrigo Miró Grimaldo, Hacia una visión panameña 
de nuestra historia, 1945, en: Teoría de la patria, 1946).

   La Primera República Panameña, como se sabe- o debe saberse-
se proclamó, con Tomás Herrera, el dieciocho de noviembre de 1840,
sin gringos, sin proyecto de canal, sin convenio de canal, sin las falsas
'soberanía' y 'propiedad' de la traidora y chantajista Nueva Granada.
Escribió Tomás Herrera en su Informe de 1841: "Efectivamente
recobramos nuestra soberanía, deliberamos y nos constituimos...; la
pretensión de volvernos a la unión Neogranandina por las fuerzas de las
armas, sería injusta, tiránica y opuesta a los principios esenciales de la
política proclamada en todo el continente americano: sometimiento no
fácil, digo más, sometimiento muy difícil, y que si llegara a verificarse,
sería sacrificando millares de istmeños, pasando por sobre montones de
cadáveres, asolando el país, e inmoralizando a un pueblo, que hasta
aquí puede presentarse como modelo de virtudes privadas y sociales.
¿Y todo para qué? Lo diré en compendio.  Para mantener a dos
provincias en estado de violencia, de que procurarían libertarse por las
vías de hecho, aprovechando la primera oportunidad...Independencia
absoluta del Istmo, o unión al resto de la Nueva Granada, bajo un
Gobierno de forma federal" (Documentos históricos, Instituto
Nacional de Panamá, 1930).  Pero como respuesta a este ofrecimiento
prudente, leal, benevolente, solidario de la Patria panameña, la
Nueva Granada corre a firmar con Estados Unidos el infame
tratado Mallarino-Bidlack, en 1846, por el cual arteramente se
apoderan de Panamá. Y cuando la Nación panameña, separándose con
toda justicia de la Nueva Granada, o sea, la Pequeña Colombia en
1903, proclama la Segunda República, lo hace hipotecada a Estados
Unidos, por ese tratado abominable de 1846.  E igualmente, por el
tratado Torrijos.Carter de neutralidad, de 1977, ratificado en
1978, Panamá conmemorará el (conmemoró) el centenario de la
Segunda República, otra vez hipotecada Estados Unidos de América,
con privilegios humillantes a la Nueva Granada, traidora y chantajista:
"....si el llamado pacto de neutralidad no deja expresamente establecido
que la tal defensa del Canal en ningún caso puede hacerse desde el
territorio panameño (y no lo deja expresamente establecio, F.A.),
estaríamos aceptando entonces el derecho del Gobierno norteamericano
a ocupar militarmente el territorio panameño a titulo de la defensa del
Canal o de su neutralidad y estaríamos así legitimando desde ahora
ocupaciones militares norteamericanas del territorio panameño en el
siglo veintiuno, en adición a la que estaríamos legitimando en lo que
quede del presente siglo a título de Defensa Conjunta" (Carlos Bolívar
Pedreshi, Carta al general Omar Torrijos Herrera el 3 de agosto de
1977: De la protección del Canal a la militarización del país, 1987).
Como acertadamente escribió el correcto Max Salabarría Patiño: "Y
lo malo no está en la neutralidad permanente propiamente dicha, sino en
el derecho de intervención en Panamá que el tratado le confiere a
Estados Unidos, para que este país haga uso de él (del derecho de
intervención en nuestro país) cada vez que, por sí y ante sí, decida que
es necesario hacerlo, en relación con la seguridad del Canal...Si
Estados Unidos, en desarrollo de su política de seguridad nacional, no
necesita permiso para invadir naciones, no deja de ser indigno y
antipatriótico, concederle nosotros mismos a perpetuidad, el derecho de
invadirnos, algo por el cual jamás votamos los panameños" (La perpetuidad
del Tratado de Neutralidad del Canal, El Panamá América , 13 de
febrero de 1999, 3-c).  Para evitarse lo que pudo ser un once de septiembre
de 2001 en la Zona del Canal- no en el canal- ya Estados Unidos había
pensado abandonarla en 1946.  Se supo por la declaración del
presidente estadounidense Lyndon B. Johnson en 1967. Pero esto lo
advirtió en aquel año de 1946 Antonio J. Sucre (Ante la inminente
construcción del canal a nivel) y lo confirmó oficialmente en 1964 el
Ministro de Relaciones Exteriores, Galileo Solís, dos extraordinarios
patriotas panameños, como José Domingo Espinar, como Justo
Arosemena, en la senda liberadora de nuestros próceres de noviembre:
José de Fábrega, Tomás Herrera, José Agustín Arango.


Fermín Azcárate
Setiembre, 2001