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miércoles, 18 de septiembre de 2013

CAPÍTULOS DE LA HISTORIA: Fermín Azcárate: Panamá su andar en el tiempo.

En otra entrega de CAPÍTULOS DE LA HISTORIA, está vez dedicada a Don Fermín Azcárate autor y estudioso de diversas facetas del hombre y de la historia panameños, presentamos una de sus obras que más enfoca desde una perspectiva más realista nuestra reciente histora Patria.

Hoy les ofrecemos:  Para empezar a entender la historia nacional

     La historia, como el conjunto de los números racionales, esto es, los fraccionarios, es un sistema denso; siempre será posible colocar un hecho histórico entre dos hechos históricos conexos: he aquí el valor científico de la investigación documental.  Pero en Panamá la historia se ha convertido en un esquema rígido, desvitalizado, ideologizado, en un novelón del realismo mágico.
Se habla de leyenda y de leyenda blanca en la historia panameña; sin embargo, la historia panameña no encierra ninguna leyenda negra, ni gris, morada o amarilla.  La verdad es que en este país lo que se cuenta como historia de Panamá consiste en una patraña contra la Patria panameña fraguada por la Nueva Granada, ese país que desde 1886 usurpa el noble nombre de Colombia.  En realidad, nunca, en ningún lugar, existió un estado con el nombre de Gran Colombia . Existió, eso sí, un "estado multinacional (Alberto McKay, 1999) que se llamó Colombia, entre 1819 y 1830.  Colombia fue un nombre que inventó el venezolano Francisco de Miranda para denominar de esta manera todo el Contiente americano: " Es probable que lo acuñara en 1784, su época de Nueva York, cuando --- según confiesa---concibió el proyecto de independencia de Hispanoamérica" (Ángel Rosenblat, El nombre de Venezuela, 1956). Lo confirma Arturo Ardao: "Culminada su prédica colombianisa, edita Miranda en Londres, del 15 de marzo al 15 de mayo de 1810, en cinco número quincenales, el periódico  El Colombiano.   Su objeto es informar del estado de cosas de España 'a los habitantes del Continente Colombiano'...(Arturo Ardao, La idea de la Magna Colombia a Hostos , UNAM, México, 1978). No obstante, Ardao cae en la trampa de la Nueva Granada, con eso de 'Magna Colombia', que no significa nada, confundiendo la causa con el efecto.

    En 1815, en su justamente famosa Carta de Jamaica, escribe el venezolano Simón Bolívar. "La Nueva Granada se unirá con Venezuela si llegan a convenirse en formar una república central, cuya capital sea Maracaibo, o una nueva ciudad...Esta nación, se llamará Colombia como un tributo de justicia y gratitud al creador de nuestro hemisferio". Y este proyecto lo concreta Bolivar en el Congreso de Angostura (hoy Ciudad Bolívar, en  Venezuela) en 1819: "La unión de la Nueva Granada y Venezuela en un grande Estado, ha sido el voto uniforme de los pueblos y Gobiernos, de estas Republicas. La suerte de la guerra ha verificado este enlace tan anhelado por todos los Colombianos;  de hecho estamos incorporados".  Y es esta Colombia , la de 1819, la verdadera, la auténtica, a la cual se incorpora Panamá, luego de su independencia de España, en 1821, con José de Fábrega, tras la gloria y los ideales de Bolívar, en esa misma Carta de Jamaica, de 1815, expresa claramente: "Los estados del Istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá una asociación...".

   "El tema de la unión es el gran vertebrador de toda la obra doctrinaria (y fáctica, F.A.) del Libertador", manifiesta el historiador venezolano J.L. Salcedo-Bastardo.  La Colombia de la adhesión panameña, la de 1821, y la Colombia de la separación panameña, la de 1903, son dos conceptos opuestos y dos realidades distintas:  la Colombia de 1821, la de Miranda y Bolívar, de Sucre y Andrés Bello, es un 'estado multinacional' promovido por Venezuela y Venezuela era Simón Bolívar; en cambio, la Colombia de 1903 es la Nueva Granada, la de la dependencia a Estados Unidos de América, la de la traición y la entrega, la de Francisco de Paula Santander y Tomás Cipriano de Mosquera, de Rafael Núñez y Alfonso López Michelsen. La oligarquía bogotana, a espaldas del Libertador, saboteó los ideales de Bolívar y traicionó la buena fe de los panameños unionistas.  Si algún país merece llamarse Colombia, ése es Venezuela.

  Como se sabe, entre la Colombia de 1821 y la Colombia de 1903, existe una diferencia abismal. En 1831, se separa Panamá de la Nueva Granada, a la cual se había unido, pensando en la reorganización de Colombia, deshecha ésta en 1830, con la muerte de Bolívar. En 1840 proclama Panamá la república independiente, la primera, con Tomás Herrera: "Efectivamente, recobramos nuestra soberanía, deliberamos y nos constituímos...".  Pero en 1841 Panamá otra vez se incorpora a la Nueva Granada, con el permanente espíritu federal, en pos de ese anhelo bolivariano de grandeza y desarrollo, al parecer inalcanzable, porque, en una increíble traicion, en 1846, la Nueva Granada firma con Estados Unidos de América el tratado que se conoce como tratado Mallarino-Bidlack, por el cual, arteramente, se apoderan de Panamá, llamándola neutralidad.  Dice así en parte el artículo trigésimo quinto de dicho tratado: "Para seguridad del goce tranquilo y constante de estas ventajas, y en especial compensación de ellas y de los favores adquiridos según los artículos 4o, 4o, y 6o de este Tratado, los Estados Unidos garantizan positiva y eficazmente a la Nueva Granada por la presente estipulación, la perfecta neutralidad del ya mencionado Istmo, con la mira de que en ningún tiempo, existiendo este Tratado, sea interrumpido ni embarazado el libre tránsito de uno a otro mar; y por consiguiente, garantizan de la misma manera los derechos de soberanía y propiedad que la Nueva Granada tiene y posee sobre dicho territorio". Es decir, que por la infame traición de la Nueva Granada, que desde 1886 usurpa el noble nombre de Colombia, Estados Unidos, primero, queda autorizado a intervenir en cualquier camino 'de uno a otro mar'; y tercero, queda obligzado a intervenir en Panamá para asegurarle a la Nueva Granada esos falsos derechos de 'soberanía propiedad' que graciosamente le concede en ese momento la potencia del norte. Lo reconoce Estados Unidos de América en el discurso de Teodoro Roosevelt al Senado de su país en 1903: "En una palabra, la experiencia de más de medio siglo ha demostrado que (la pequeña) Colombia ha sido perfectamente incapaz de mantener orden en el istmo.
Sólo la intervención activa de los Estados Unidos es lo que ha permitido conservar un simulacro de soberanía.  Si no hubiera sido porque los Estados Unidos han ejercido funciones de policía en interés de (la Pequeña) Colombia, hace muchos años que sus vinculaciones con Panamá habríanse roto definitivamente" (Instituto Nacional de Panamá, Documentos históricos, 1930).
En 1850, la Nueva Granada amplía y profundiza la ignominiosa traición contra la Patria panameña, por el convenio Stephens- Paredes, para la construcción del ferrocarril transístmico. Desde entonces, la intervención, la perpetuidad y el monopolio extranjero de la ruta cayeron sobre Panamá como una lápida, de la cual no ha podido liberarse.

    Un patriótico intento por liberarse de la intervención, que llamaban neutralidad, de Estados Unidos y espantapájaros, la Nueva Granada, se dio en 1861 con Santiago de la Guardia: esto se dice en el Convenio de Colón, y la ley que lo aprueba "en todas sus partes": "El terrritorio de Panamá, sus habitantes y Gobierno serán reconocidos cono perfectamente neutrales en las guerras civiles o de rebelión que surjan en el resto del territorio de los Estados Unidos de la Nueva Granada, en los mismos términos en que el artículo 35 del tratado con los Estados Unidos del Norte los reconoce, y el derecho internacional define y estatuye la neutralidad para los pueblos extranjeros" (artículo 3o)....; "Se ha convenido además en que la neutralidad de que trata el artículo anterior será practicada religiosamente" (Artículo 4o)...; "El Gobierno de los Estados Unidos de la Nueva Granada no podrá ocupar militarmente ningún punto del territorio del Estado panameño sin consentimiento expreso del Gobernador de éste, siempre que el mismo Estado mantenga la fuerza necesaria para la seguridad del tránsito de uno a otro mar" (artículo 2o).  Esto no es 'casi la independencia', sino la clara afirmación de la identidad nacional y su soberanía, dentro de una sana federación hispanoamericana, traicionada por la Nueva Granada.

   Santiago de la Guardia murió en 1862, defendiendo la auténtica neutralidad y la dignidad de la Patria panameña, en combate contra las tropas de la Nueva Granada, que recibían el apoyo de Estados Unidos. solicitado por la Nueva Granada, de acuerdo con el tratado Mallarino Bidlack, y de los serviles y colonizados panameños de siempre.  Y cuando, andando el tiempo, la ocasión de la liberación llegó, "el instante para los panameños de ver las cosas en grande" (Antonio J. Sucre, 1946), la mafia militaroide de 1968 y sus secuaces se encargaron de burlarla y colocaron a la Patria panameña en la situación de 1846, con una nueva traición y una nueva entrega.  El tratado Torrijos-Carter de neutralidad es un clon del tratado Mallarino-Bidlack, de 1846.

   En 1903, Panamá proclama la segunda república, con José Agustín Arango, pero queda uncida a la intervención, la perpetuidad y el monopolio extranjero de la via intermarina a lo cual la había condenado la Nueva Granada con el mencionado tratado Mallarino-Bidlack, de 1846.  Al  retirarle Estados Unidos de América a la Nueva Granada su pretendida propiedad sobre el territorio panameño, que él mismo le había otorgado, aquélla desató una sistemática diatriaba-- lo que algunos llaman leyenda negra-- contra la Patria panameña, la cual se ha difundido por el mundo entero con variable fortuna: Panamá --miente la Nueva Granada-- no es una nación y carece de identidad propia.  La Nueva Granada hace derivar la nacionalidad panameña de la nacionalidad neogranadina, lo cual es falso.  Panamá - vocifera la historieta neogranadina, lo cual es falso.  Panamá- vocifera la historieta historieta neogranadina, que circula por todos los países y aquí repiten algunos alfabetizados- es 'patrimonio' de la Nueva Granada y le fue arrebatada por Estados Unidos de América, en 1903: "La independencia del Istmo es una creación del abundante dinero yanki que ha despojado a  Colombia de una parte vital de su patrimonio geográfico" (Rafael Uribe Uribe, 1906; citado por J. Conte-Porras, La Prensa 15- VII-2002, 4 B).  Este es el disparate convertido en dogma que se enseña oficialmente en la Nueva Granada.  Para empezar, ese país usurpa desde 1886, el noble nombre de Colombia.  Y fue ese país el que introdujo traidoramente a Estados Unidos en Panamá por el tratado Mallarino Bidlack, de 1846.   "El cuatro de octubre de 1902, el comandante Thomas McLean envía un mensaje al Departamento de Guerra y Marina (de Estados Unidos) en el que informa que ha logrado superar las diferencias locales con el general (pequeño colombiano) Víctor M Salazar, quien ha terminado por aceptar sus exigencias respaldadas por el Tratado Mallarino- Bidlack de 1846" (Jorge Conte-Porras, La Prensa, 4- X- 2002).     Algo similar volvió a darse en Panamá el veinte de diciembre de 1989, con el tratado Torrijos.Carter de neutralidad, de 1977. Y es desde esta nacionalidad panameña, cierta e indubitable e irreductible a cualquier otra historiografía nacional hispanoamericana, de donde parte su proceso histórico independentista, desde 1821, unívoco e incomparable.  Por consiguiente, dada esa historieta antipanameña que se enseña oficialmente en la Nueva Granada, o sea la Pequeña Colombia, todo pequeño colombiano-funcionario público, militar, narcotraficante, guerrillero, turista o empresario...--debe considerarse un invasor en Panamá.  Pese a ello, los alfabetizados de este desdichado país lo califican sospechosamente inversor.

    Panamá, históricamente hablando, es la primera nación en el Continente americano, desde Canadá hasta la Argentina; y la nacionalidad panameña es anterior a la neogranadina y está mejor definida que ella: "Quede pues para nosotros solos la gloria de nuestra emancipación (de España, en 1821, F.A.), quede la de habernos unidos Colombia cuyo esplendor nos deslumbró y cuyo derecho sobre el Istmo era ninguno (y mucho menos de la Nueva Granada, F.A.)... Oigamos cómo se expresaron los principales vecinos de Panamá, al declarar su voluntad soberana, en circunstancias de haber cesado todo vínculo político que los ligara a la República de Colombia, y aún no haberse creado los que más tarde les unieron a la de Nueva Granada... Tal fue el pronunciamiento de Panamá en 1831, que tanto dio que decir... Tal fue el pronunciamiento de Panamá en 1831, que tantro dio que decir...Ni siquiera hubo rebelión, en el sentido más lato que se quiera dar a la palabra, porque Colombia había desaparecido, y la Nueva Granada aún no existía como nación...La naturaleza dice que allí (el río Atrato) comienza otro país, otro pueblo, otra entidad, y la política no debe contrariar sus poderosas e inescrutables manifestaciones" (Justo Arosemena, El Estado Federal de Panamá, 1855).  Desde luego, no hay ningún documento que certifique que perteneció alguna vez a la Nueva Granada, país que, desde 1886, repito, usurpa el noble nombre de Colombia..
Y sólo los panameños eran los únicos que podían decidir si continuaban o cancelaban la unión con la Nueva Granada, de qué manera y en qué momento.  Sin esta tendencia a la tergiversación histórica, y sin las historias de Panamá y de Venezuela, de las cuales aquella nación se ha apoderado indecentemente, la Nueva Granada queda únicamente con sus matanzas cíclicas y el vasallaje a Estados Unidos de América.

   Los panameños, al engrandecer desmedidamente el acontecimiento del tres de noviembre de 1903, opacan la verdadera fecha de su independencia, el veintiocho de noviembre de  1821. La independencia no es un acto estático,, sino un proceso.  El veintiocho de noviembre de 1821 comienza la nación panameña su período independentista, el tercero de su historia, que aún se mantiene vigente: hasta este momento, los hechos panameños de hoy son hechos históricos de su período independiente.  Y algunos, para explicar el suceso del Tres, hablan de 'antecedentes separatistas', de 'anhelos separatistas'; pero esta explicación no es correcta.  Documentalmente, la realidad histórica es otra: dese un principio, fervorosamente fiel a los ideales de unión y de justicia del Libertador, y en uso de su libertad y soberanía, éstas admirablemente logradas en 1821, sin intromisiones extrañas, Panamá actúa según las circunstancias propias de cada momento de su tiempo histórico, desde la disolución de Colombia, en 1830, hasta la proclamación de la segunda república, en 1903.  Por otra parte, separación implica tanto la federación cuanto la completa independencia. Esto lo supieron siempre todos los próceres panameños, y lo expuso claramente y enérgicamente en 1840 Tomás Herrera: "Independencia absoluta del Istmo, o unión al resto de la Nueva Granada, bajo un gobierno de forma federal". Sin embargo, después de 1846, por el nefasto tratado Mallarino-Bidlack, esa proposición disyuntiva cambió de significado: sujeción a la Nueva Granada, con un falso federalismo, o absorción de Panamá por Estados Unidos de América. Contra estos dos males extremos debieron combatir en 1903-y siguen combatiendo- los patriotas panameños.

   La historia no se cuenta de atrás para delante, para disfrazar la mentira, como ninguna biografía se escribe desde la muerte hacia el nacimiento.  La primera república, la de 1840, no se da por la segunda, la de 1903. Esta es consecuencia de aquélla, según lo había planteado ya en 1840, Tomás Herrera, con plena conciencia de la tradicional autonomía panameña: federación o independencia absoluta. Panamá no se opone al "gran proyecto" de la federación, le escribe desde Panamá su agente, el venezolano Briceño Méndez, a Bolívar, en los prolegómenos del Congreso Anfictiónico.  Y esto expresa el Héroe al general argentino Carlos de Alvear en carta del cinco de diciembre de 1825: "La primera demanda de usted es muy conforme con mis deseos íntimos, añadiendo que la liga de esta república (Colombia, la verdadera, F.A.) la quisiera por extensiva a toda la América Española, conforme el proyecto general de federació" [Bolívar, Obras completas (compliación de Vicente Lecuna) La Habana, 1950]
Las citas sobre este valioso tema son innumerables, pero en la sombra asechaban la traición y el chantaje. Todavía, para comienzos del siglo veinte, flotaba en el aire la idea de la integración de Colombia: "En estas condiciones y al amparo del gobierno de Castro (Cipriano Castro, presidente de Venezuela 1899-1908, F.A.) se suceden hasta cuatro invasiones (a la Nueva Granada) desde el territorio venezolano. Probablemente nunca se sabrá cómo se jugaron las cartas diplomáticas de las grandes potencias en este episodio. Pero es un hecho reconocido que Cirpiano Castro  apoyaba a la revolución liberal en Colombia (es decir, la Nueva Granada, la falsa Colombia, F.A.) porque existía el proyecto de reconstruir la Gran Colombia (o sea, la verdadera Colombia, F.A.) con Castro como Primer magistrado, incorporando a Nicaragua en esta nueva nación" (Porfirio de Cruz S., La guerra de los mil días, Revista Lotería, número 436, mayo-junio, 2001).

    A partir de 1945 cambian las condiciones geoestratégicas del mundo.  Por primera vez en la historia de la guerra no existe un arma defensiva contra un arma ofensiva .  La defensa del objetivo está fuera del objetivo. La defensa deja de ser local para ser regional, incluso continental.  Desaparece la retaguardia, ella también forma parte del objetivo militar.  El canal de Panamá resulta completamente vulnerable y totalmente indefendible ante el nuevo arsenal bélico: los misiles balísticos con carga nuclear.
Por este motivo, Estados Unidos decide abandonar el Canal y la  Zona del Canal, pero para ello debe abrogar el tratado Hay-Bunau Varilla, de 1903. ¿Cómo substituirlo en las nuevas condiciones mundiales y con las mismas ventajas, para Estados Unidos, lesivas a la dignidad de la Patria panameña?

   Los tratados Torrijos-Carter se firmaron en 1977 y se ratificaron en 1978. Son los dichos tratados: el primero, tratado del Canal de Panamá, terminó "al mediodía, hora de Panamá, el 31 de diciembre de 1999" (artículo 11); en realidad, este tratado es un cuadro cronológico de la paulatina entrega de Estados Unidos a la administración y jurisdicción de Panamá, del Canal y de la Zona del Canal, terminando todo ello, como queda dicho, el útlimo día de diciembre de 1999.  El segundo tratado, el tratado concerniente a la neutralidad permanente del canal y funcionamiento del Canal de Panamá, establece la entrega de Panamá a Estados Unidos de América, llamando otra vez , como en 1846, neutralidad a la intervención, con privilegios humillantes  además a la Nueva Granada, sin ninguna razón válida, y sin fecha de terminación. Esto fue lo que dijo, en el momento de su firma, en Washington, el siete de septiembre de 1977, el general Omar Torrijos Herrera: "Estamos pactando un tratado de neutralidad que nos coloca bajo el paraguas defensivo del Pentágono, pacto éste que de no ser administrado juiciosamente por las futuras generaciones puede convertirse en un instrumento de permanente intervención".  Y acota Carlos Bolívar Pedreschi: " ¿Y quién obligó a Torrijos a firmar un instrumento de permanente intervención? ¿Acaso la oposición a la dictadura que, de paso, era opuesta a los proyectos de tratados? ¿Acaso el coro de obsecuentes civiles que lo apoyaban y que, finalmente, no tenían opinión distinta de la que decidiera el propio Torrijos?" (Panamá, visión geopolítica y testimonial de su drama, 1993) 

    Este parecer ser, el de Sísifo, el destino de la Patria panameña: luchar una y otra vez contra la traición y la entrega: la primera -- que no terminó nunca--fue la de la Nueva Granada, en 1846; la segunda, la del francés  Bunau Varilla, en 1903; la tercera, la del General Omar Torrijos Herrera, éste doblemente traidor, a su patria y a sus deberes en la Guardia Nacional.


Fermín Azcárate
octubre 2002




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