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jueves, 23 de diciembre de 2010

A Veintiún Años de la Invasión: Verdades Relativas y Acomodadas

ROBERTO DÍAZ HERRERA*
robertodiazherrera@hotmail.com
La invasión militar, cruel y desproporcionada, suele analizarse sobre dos eslabones, según los opositores o los defensores de Noriega y su régimen. Del sector civilista de Endara y compañía, suelen achacar ese despliegue de armas todopoderosas a los extremos desafiantes de Noriega contra el régimen republicano de Bush. Del sector adicto al dictador, se acusa como traidores a la patria a quienes, en efecto, hacen lobbies en Washington y luego son notificados anticipadamente de que iban a invadir, y cenan y toman posesión de presidentes en las bases militares gringas.
De ambos eslabones hay verdades relativas y acomodadas. Pero tenemos un tercer eslabón que suele estar perdido y es demasiado clave.
George Bush, padre, y Noriega eran socios desde antes del asesinato de Omar Torrijos, complot donde el preso de París participa con la CIA, la de Bush precisamente; esa asociación era por negocios geopolíticos, más de lo primero. Los dos estaban unidos a través de los episodios que luego estallan en Washington como el escándalo Irán - Contras. Ese hecho amoral que se inicia con Ronald Reagan, pero siempre con Bush como mentor, pretende derrocar a l os comandantes marxistas - sandinistas de Managua, primero con dólares oficiales del Congreso, y prohibidos éstos, entonces se inventan otras monedas fuertes provenientes de armas vendidas a Irán —los diablos de hoy para Washington— en su guerra de entonces contra Irak. Como esa plata no les alcanzaba, colocan al coronel Oliver North, del Consejo de Seguridad, dirigido por el almirante Poindexter, para que coordine el ingreso de toneladas de drogas a USA, con el semáforo semioficial en luz verde. Solo le pedían a los carteles colombianos ir a medias en el mercadeo de cocaína y el nuevo subproducto, crack, para el target bajo. Participan narcomafias mexicanas, generales hondureños, narcomercaderes cubanos del exilio y Noriega es designado gerente en Panamá, por sus nexos íntimos con Pablo Escobar Gaviria.
El atenuante para muchos panameños es que nadie conocía de esos secretos. Era una operación clandestina, encubierta, a espaldas de su Congreso.
Cuando muy tarde estalla esa porquería, Reagan con carita de santo pide perdón público y enjuician y destituyen como chivos expiatorios a Caspar Weinberguer, ministro de Defensa, al almirante Poindexter, al subsecretario de Estado Elliot Abraham y al propio Oliver North. Pronto Bush, su socio mayor, al convertirse en presidente, los indulta, enseñando sus manos cómplices.Solo las denuncias y reacciones públicas que se inician en Panamá, en junio del 87, propician un escándalo en Washington, que se hincha y va develando el sucio negociado que estimula la droga en un pueblo ya enviciado, y se le piden cuentas al dúo Reagan - Bush. Solo por eso Noriega es abandonado por sus altos socios, uno de ellos, también llamado a juicio, muere durante el mismo; se trataba del padrino mayor, William Cassey, el top de la CIA.
Cuand
o leo a los de izquierda echar toda la culpa a Endara y a los suyos, y a los Civilistas culpar solo a Noriega y nadie habla de las causas, los orígenes, el Irán - Contras, veo cuán ignorantes y sectarios somos. Como me pueden creer igualmente subjetivo, les dejo la tarea siguiente: averiguar qué hacían visitando el Palacio y cenando con Nicky Barletta y hablando obviamente solo de negocios —de drogas y armas ya habían hablado con Noriega horas antes— los altos personajes Caspar Weinberguer, el mismo Oliver North, y, curioso, don David Rockefeller. Además de Nicky, dos testigos nacionales, éramos Noriega y yo. Barletta debe acordarse mejor de esa cena diplomática, pero creo que fue a principios de 1985.

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